sábado, junio 11, 2011

El Palacio Azul de los Ingenieros Belgas | Fulgencio Argüelles


Mi padre tomaba grandes tazones de café negro y llevaba siempre camisetas sucias que olían a alquitrán y a mi madre le decía lisonjas cuando quería algo, ternezas como prenda o encanto o princesa, pero voceaba furioso insultándola, llamándola perra asquerosa y cosas peores cuando ella se retardaba, y lo hacía con una voz ofensiva y metálica, agitando sus brazos inmensos, pero mi madre nunca le contestaba, jamás le decía una palabra de réplica, ni siquiera perdía su expresión de gratitud perenne. Recuerdo algunas cosas de mi padre de forma dispersa, aunque no muchas. Trabajaba como entibador en las minas de carbón y era grande, muy grande, y tenía la voz bronca y rotunda, y le chorreaba el sudor por las sienes y por los costados de la nariz y siempre estaba sediento. La tarde de su muerte la conservo aún nítida en la memoria. No vi su cadáver. Tardaría varios años en ver un cadáver. El ataúd estuvo destapado en la sala toda la noche y había un calor que iba y venía. Mi hermana me dijo que le habían puesto un traje del abuelo, pero yo me lo imaginaba con su camiseta sucia que olía a alquitrán y con los labios agrietados por la sed y con la lengua a un lado, pastosa y blanca, una lengua igual que la de las vacas recién paridas. Mi madre se tiraba de los pelos y pateaba las tablas de la sala como poseída por algún diablo. Gritaba una y otra vez el nombre de mi padre, que se llamaba Jacinto, y cuanto más lo repetía más apergaminada y flaca se le quedaba la cara, como si en cada Jacinto gritado se le estuviera yendo un pedazo de realidad para quedar convertida en un fantasma.



Este libro llegó a mis manos porque en la feria del libro a la devoradora de libros se lo recomendó el librero de Alejandría, osea que desde el pricipio prometía. El palacio azul de los ingenieros belgas es una historia que te atrapa desde el principio y la culpa la tiene Nalo y la prosa inteligente y envolvente de Fulgencio Argüelles. La historia transcurre en nuestra España, la España de la intransigencia, la de las desilgualdades, la de las clases sociales… de 1927, pero perfectamente lo podríamos extrapolar a lo que está ocurriendo ahora mismo en la España del 2011.
Nalo tuvo un golpe de suerte y pudo estar en la cara de la moneda, pero muchos otros, tuvieron que estar en la cruz. Una tierna historia dentro de un mundo particular donde no pasa nada y al mismo tiempo pasa mucho.

2 comentarios:

Marta Marne (Leer sin prisa) dijo...

Tengo este libro en mi lista de deseos desde hace mucho. Entre el premio que tiene a su espalda, y ese título tan sugerente... Pero es que encima con tu reseña tengo aún más ganas!

Mork dijo...

Hola Atram14 pues ya sabes, hazle un hueco y leelo cuanto antes. Saludos