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miércoles, julio 08, 2020

Berta Isla | Javier Marías



Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido, de manera parecida a como no se sabe, en la duermevela, si se está pensando o soñando, si uno aún conduce su mente o la ha extraviado por agotamiento. A veces creía que sí, a veces creía que no, y a veces decidía no creer nada y seguir viviendo su vida con él, o con aquel hombre semejante a él, mayor que él. Pero también ella se había hecho mayor por su cuenta, en su ausencia, era muy joven cuando se casó.
Estos eran los mejores periodos, los más tranquilos y satisfactorios y mansos, pero nunca duraban mucho, no es fácil desentenderse de una cuestión así, de una duda así. Lograba dejarla de lado durante unas semanas y sumergirse en la impremeditada cotidianidad, de la que gozan sin ningún problema la mayoría de los habitantes de la tierra, los cuales se limitan a ver empezar los días, y cómo trazan un arco para transcurrir y acabarse. Entonces se figuran que hay una clausura, una pausa, una división o una frontera, la que marca el adormecimiento, pero en realidad no la hay: el tiempo sigue avanzando y obrando, no sólo sobre nuestro cuerpo sino también sobre nuestra conciencia, al tiempo le trae sin cuidado que durmamos profundamente o estemos despiertos y alerta, que andemos desvelados o se nos cierren los ojos contra nuestra voluntad como si fuéramos centinelas bisoños en esos turnos nocturnos de guardia que se llaman imaginarias, quién sabe por qué, quizá porque luego le parece que no hayan tenido lugar, al que se mantuvo en vigilia mientras dormía el mundo, si consiguió mantenerse en vigilia y no ser arrestado, o pasado por las armas en tiempo de guerra. Una sola cabezada invencible y por su causa se encuentra uno muerto, o es dormido para siempre. Cuánto riesgo en cualquier cosa.


Javier Marías es uno de mis autores favoritos y como siempre para leer a este escritor hay que tener muchas ganas de sus libros porque no son fáciles. Pero una vez que le coges el truco se convertirá en uno de tus autores favoritos. En Berta Isla Javier nos introduce magistralmente en la vida de una pareja y nos plantea el escabroso tema de si realmente conocemos a la persona que amamos y que necesitamos amar. Si os animáis a leer este libro os encontraréis con una lectura inquietante y desoladora.

lunes, noviembre 03, 2014

Todas las Almas | Javier Marías


Dos de los tres han muerto desde que me fui de Oxford, y eso me hace pensar, supersticiosamente, que quizá esperaron a que yo llegara y consumiera mi tiempo allí para darme ocasión de conocerlos y para que ahora pueda hablar de ellos. Puede, por tanto, que -siempre supersticiosamente- esté obligado a hablar de ellos. No murieron hasta que yo dejé de tratarlos. De haber seguido en sus vidas y en Oxford (de haber seguido en sus vidas cotidianamente), tal vez aún estuvieran vivos. Este pensamiento no es sólo supersticioso, es también vanidoso. Pero para hablar de ellos tengo también que hablar de mí, y de mi estancia en la ciudad de Oxford. Aunque el que habla no sea el mismo que estuvo allí. Lo parece, pero no es el mismo. Si a mí mismo me llamo yo, o si utilizo un nombre que me ha venido acompañado desde que nací y por el que algunos me recordarán, o si cuento cosas que coinciden con cosas que otros me atribuirían, o si llamo mi casa a la casa que antes y después ocuparon otros pero yo habité durante dos años, es sólo porque prefiero hablar en primera persona, y no porque crea que basta con la facultad de la memoria para que alguien siga siendo el mismo en diferentes tiempos y en diferentes espacios. El que aquí cuenta lo que vio y le ocurrió no es aquel que lo vio y al que le ocurrió, ni tampoco es un prolongación, ni su sombra, ni su heredero, ni su usurpador.


¿Qué decir de uno de mis escritores favoritos? Pues que es una gozada compartir horas con la prosa de este gran escritor. Como siempre no importa lo que cuente, sino como lo cuenta.  Su estilo brillante te envuelve y te atrapa.

domingo, enero 22, 2012

Los Enamoramientos | Javier Marías


La última vez que vi a Miguel Desvern o Deverne fue también la última que lo vio su mujer, Luisa, lo cual no dejó de ser extraño y quizá injusto, ya que ella era eso, su mujer, y yo era en cambio una desconocida y jamás había cruzado con él una palabra. Ni siquiera sabía su nombre, lo supe sólo cuando ya era tarde, cuando apareció su foto en el periódico, apuñalado y medio descamisado y a punto de convertirse en un muerto, si es que no loera ya para su propia conciencia ausente que nunca volvió a presentarse: lo último de lo que se debió de dar cuenta fue de que lo acuchillaban por confusión y sin causa, es decir, imbécilmente, y además una y otra vez, sin salvación, no una sola, con voluntad de suprimirlo del mundo y echarlo sin dilación de la tierra, allí y entonces. Tarde para qué, me pregunto. La verdad es que lo ignoro. Es sólo que cuando alguien muere, pensamos que ya se ha hecho tarde para cualquier cosa, para todo --más aún para esperarlo--, y nos limitamos a darlo de baja. También a nuestros allegados, aunque nos cueste mucho más y los lloremos, y su imagen nos acompañe en la mente cuando caminamos por las calles y en casa, y creamos durante mucho tiempo que no vamos a acostumbrarnos. Pero desde el principio sabemos --desde que se nos mueren-- que ya no debemos contar con ellos, ni siquiera para lo más nimio, para una llamada trivial o una pregunta tonta


No descubro nada nuevo diciendo que Javier Marías es un genio de las letras; la primera vez que lo lees te desencaja porque nadie escribe como él. La segunda vez ya te cautiva y si te gusta la literatura se convierte en un imprescindible. En este libro no os esperéis encontrar una historia de amor que poco tiene que ver con el enamoramiento. Javier en esta su última novela trata temas tales como ocupar espacios que otros dejan, la impunidad, el deber… si quieres disfrutar de un maravilloso mundo de letras y pensamientos, éste puede ser un buen libro.

jueves, abril 01, 2010

Corazón tan blanco por Javier Marías


No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola de su propio padre, que estaba en el comedor con parte de la familia y tres invitados. Cuando se oyó la detonación, unos cinco minutos después de que la niña hubiera abandonado la mesa, el padre no se levantó en seguida, sino que se quedó durante algunos segundos paralizado con la boca llena, sin atreverse a masticar ni a tragar ni menos aún a devolver el bocado; y cuando por fin se alzó y corrió hacia el cuarto de baño, los que lo siguieron vieron cómo mientras descubría el cuerpo ensangrentado de su hija y se echaba las manos a la cabeza iba pasando el bocado de carne de un lado a otro de la boca, sin saber todavía qué hacer con él. Llevaba la servilleta en la mano, y no la soltó hasta que al cabo de un rato reparó en el sostén tirado sobre el bidet, y entonces lo cubrió con el paño que tenía a mano o tenía en la mano y sus labios habían manchado, como si le diera más vergüenza la visión de la prenda íntima que la del cuerpo derribado y semidesnudo con el que la prenda habái estado en contacto hasta hacía muy poco: el cuerpo sentado a la mesa o alejándose por el pasillo o también de pie.


Pufff que decir ya de Javier Marías que no hayamos dicho ya. Leer las historias de este autor es una auténtica gozada para los que nos gusta leer, con ese manera tan envolvente y brillante de escribir. De qué trata este libro… acerca de todo y de nada a la vez, como la vida de cualquiera.

domingo, enero 17, 2010

Tu rostro mañana. 3 Veneno y sombra y adiós


Uno no lo desea, pero prefiere siempre que muera el que está a su lado, en una misión o en una batalla, en una escuadrilla aérea o bajo un bombardeo o en la trinchera cuando las había, en un asalto callejero o en el atraco a una tienda o en un secuestro de turistas, en un terremoto, una explosión, un atentado, un incendio, da lo mismo: el compañero, el hermano, el padre o incluso el hijo, aunque sea niño. Y también la amada, también la amada, antes que uno mismo. Todas esas ocasiones en las que alguien cubre con su cuerpo a otro, o se interpone en la trayectoria de una bala o de una puñalada, son excepciones extraordinarias y por eso se destacan, y la mayoría son ficticias, están en las novelas y en las películas. Las pocas que se dan en la vida son impulsos irreflexivos o dictados por un sentido del decoro aún muy fuerte y cada vez más raro, hay quienes no podrían soportar que su hijo o su amada se fueran al otro mundo con la idea última de que uno no impidió su muerte, no se sacrificó, no dio su vida por salvar la de ellos, como si se tuviera interiorizada una jerarquía de vivos que ya va quedándose anticuada y pálida, los niños merecen más vivir que las mujeres y las mujeres más que los hombres y éstos más que los ancianos, algo así, así era antes, y esa vieja caballerosidad pervive en algunas personas, cada vez en menos, en los de ese decoro tan absurdo si bien se mira, porque, ¿qué debería importar el pensamiento último, el despecho o la decepción fugaces de quien un instante después ya estará muerto, sin más capacidad de decepción ni despecho ni de pensamiento?



Empecé a leer este libro, porque es un libro aunque haya tres tomos, en marzo del 2009 y hoy he terminado el tercer volumen. Qué decir de esta obra, que es asombrosa, que cuenta muy poco pero al mismo tiempo muchas cosas. Que cuando lees a Javier Marías sabes que se convertirá en uno de tus autores favoritos? He de decir que me ha dado pena abandonar a Jacobo o a Jaime o a Javier… porque yo siempre he identificado a este personaje con el escritor. Si tenéis ganas de leer buena literatura este es un libro que es absurdo que estéis retrasando su lectura, es como tener la mejor tarta del mundo y nos dediquemos a picotear unos pastelitos industriales que poco nos van a aportar.

sábado, septiembre 05, 2009

Tu rostro Mañana. 2 Baile y Sueño


Ojalá nunca nadie nos pidiera nada, ni casi nos preguntara, ningún consejo ni favor ni préstamo, ni el de la atención siquiera, ojalá no nos pidieran los otros que los escucháramos, sus problemas míseros y sus penosos conflictos tan idénticos a los nuestros, sus incomprensibles dudas y sus meras historias tantas veces intercambiables y ya siempre escritas (no es muy amplia la gama de lo que puede intentar contarse), o lo que antiguamente se llamaban cuitas, quién no las tiene o si no se las busca, ‘la infelicidad se inventa’, cito a menudo para mis adentros, y es una cita cierta cuando son desdichas que no vienen de fuera y que no son desdichas inevitables objetivamente, no una catástrofe, no un accidente, una muerte, una ruina, un despido, una plaga, una hambruna, o la persecución sañuda de quien no ha hecho nada, de ellas está llena la Historia y también la nuestra, quiero decir estos tiempos inacabados nuestros (y hay hasta despidos y ruinas y muertes que sí son buscados o merecidos o que sí se inventan). Ojalá nadie se nos acercara a decirnos ‘Por favor?’, u ‘Oye’, son palabras primeras que preceden a las peticiones, a casi todas ellas: ‘Oye, ¿tú sabes?’, ‘Oye, ¿tú podrías decirme?’, ‘Oye, ¿tú tienes?’, ‘Oye, es que quiero pedirte: una recomendación, un dato, un parecer, una intercesión, o consuelo, una gracia, que guardes este secreto o que cambies por mí y seas otro, o que por mí traiciones y mientas o calles y así me salves’.


No digo nada nuevo, Javier Marías es exquisito a la hora de escribir y qué decir de sus geniales comienzos de novela? Es sorprendente como desarrollando tan poco de la trama en este segundo volumen te puede cautivar de esa manera. Si tienes ganas de que te hagan reflexionar sobre cualquier tema mundano o importante, Javier es tu autor. Y poco más podemos decir de este libro, que es una pasada y que la trama es lo de menos. Ahh… superdivertida la paranoia del origen de una gota de sangre que aparece en unas escaleras de madera. Fiebre y Lanza

domingo, marzo 29, 2009

Tu rostro mañana. 1 Fiebre y Lanza



No debería uno contar nunca nada, ni dar datos ni aportar historias ni hacer que la gente recuerde a seres que jamás han existido ni pisado la tierra o cruzado el mundo, o que sí pasaron pero estaban ya medio a salvo en el tuerto e inseguro olvido. Contar es casi siempre un regalo, incluso cuando lleva e inyecta veneno el cuento, también es un vínculo y otorgar confianza, y rara es la confianza que antes o después no se traiciona, raro el vínculo que no se enreda o anuda, y así acaba apretando y hay que tirar de navja o filo para acortarlo. ¿Cuántas de las mías permanecen intactas, de las muchas confianzas brindadas por quien tanto ha creído en su instinto y no simepre le hizo caso y ha sido ingenuo demasiado tiempo? (Ya menos, ya menos, pero la disminución de eso es muy lenta.) Siguen intactas las que deposité en dos amigos que aún las conservan, frente a las puestas en otros diez que las perdieron o desbarataron; la escasa que di a mi padre y la pudorosa que di a mi madre, muy parecidas si no fueron la misma, la de ella además no duró mucho, ya no puede defraudarla o sólo póstumamente, si hiciera yo un día algún mal decubrimiento, y dejara de ocultarse algo oculto; no perdura la de mi hermana, ni la de ninguna nov ia ni ninguna amante ni ninguna esposa pasada, presente o imaginaria (suele ser la hermana la primera esposa, la esposa niña), parece obligado que en esas relaciones se acabe utilizando lo que se sabe o se ha visto en contra del amado cónyuge --o de quien resultó ser sólo momentáneo calor y carne--, de quien hizo revelaciones y admitió un testigo para sus flaquezas y pesadumbres y se prestó a confidencias, o simplemente rememoró sobre la almohada abstraído en voz alta sin repara en los riesgos, ni en el ojo arbitrario que siempre nos mira ni en el oído selectivo y sesgado que nos escucha (muchas veces no es nada grave, una utilización sólo doméstica, defensiva y acorrolada, para cargarse de razón en un apuro dialéctico cuando se discute largo, un uso argumentativo).

Tenía muchas ganas de volver a leer a Javier Marías y lo que tenía claro era que el encuentro iba a ser con su trilogía "Tu rostro mañana", pero lo que me he encontrado me ha defraudado un pelín, en ningún momento me ha llegado a cautivar como en Mañana en la batalla piensa en mi"," no se si achacarlo a que es la primera parte de tres y sólo me lo tengo que tomar como el inicio de la historia aunque tenga una extensión de 475 páginas. Lo que tengo claro es que mañana empezaré la segunda parte para saber si tengo razón o me estoy equivocando.

domingo, febrero 01, 2009

Mañana en la batalla piensa en mi…


Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda. Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momentos más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo, y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros. Muchas veces se ocultan los hechos o las circustancias: a los vivos y al que se muere -si tiene tiempo de darse cuenta- les avergüenza a menudo la forma de la muerte posible y sus apariencias, también la causa. Una indigestión de marisco, un cigarrillo encendido al entrar en el sueño que prende las sábanas, o aún peor, la lana de una manta; un resbalón en la ducha -la nuca- y el pestillo echado del cuarto de baño, un rayo que parte un árbol en una gran avenida y ese árbol que al caer aplasta o siega la cabeza de un transeúnte, quizá un extranjero; morir en calcetines, o en la peluquería con un gran babero, en un prostíbulo o en el dentista; o comiendo pescado y atravesado por una espina, morir atragantado como los niños cuya madre no está para meterles un dedo y salvarlos; morir a medio afeitar, con una mejilla llena de espuma y la barba ya desigual hasta el fin de los tiempos si nadie repara en ello y por piedad estética termina el trabajo; por no mencionar los momentos más innobles de la existencia, los más recónditos, de los que nunca se habla fuera de la adolescencia porque fuera de ella no hay pretexto, aunque también hay quienes los airean por hacer una gracia que jamás tiene gracia.

Me encanta cuando alguien piensa en un libro y llega la conclusión que lo tienes que leer. Da la casualidad que en esta ocasión es de Javier Marías, un escritor del que no había leído nada pero tenía muchas ganas de leer. Si calificase a este libro con un adjetivo sería, exquisito. El final, en su desenlace, recuerda un poc a Paul Auster por eso de las casualidades. Desde mi punto de vista, en esta obra, se le da más importancia a la manera de contar las cosas que a la historia en si, supongo que sea una de las características de este autor, lo veremos con el tiempo.