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lunes, octubre 27, 2014

Galveston | Nic Pizzolatto


Un médico me fotografió los pulmones. Estaban reple­ tos de copos de nieve.
Al salir de la consulta me pareció que todos los pre­ sentes en la sala de espera se alegraban de no ser yo. Ciertas cosas se notan en la cara de la gente.
Yo ya sospechaba que algo iba mal porque unos días antes, al subir dos tramos de escalera persiguiendo a un tipo, había notado que me costaba respirar, como si cargase con unas pesas en el pecho. Había pasado un par de semanas bebiendo más de la cuenta, pero tuve claro que se trataba de algo más que eso. Me dio tanta rabia ese dolor repentino que le rompí la mano al tipo. Escupió algún diente y se quejó a Stan de que le parecía excesivo.
Pero es que siempre me han dado trabajo por eso. Porque soy excesivo.
Le conté a Stan lo del dolor en el pecho y me mandó a un médico que le debía cuarenta de los grandes.
Al salir de la consulta, saqué los cigarrillos del bol­ sillo de la chaqueta y empecé a estrujar el paquete, pero decidí que no era un buen momento para dejarlo. En­ cendí uno allí mismo, en la acera, pero no me supo bien y el humo me hizo pensar en los hilos de algodón que se entretejían en mis pulmones. Los coches y autobuses circulaban a escasa velocidad y la luz del sol arrancaba destellos de sus cristales y de los cromados de las carrocerías.


Lo primero que tengo que decir es que soy un incondicional de Nic Pizzolatto, y cuando me enteré que podía leer un libro suyo, no me lo pensé. Galveston me ha encantado; una historia de personajes y escenarios. Desde la primera página empiezas a disfrutar de un universo muy particular y en todo momento sabes que no todo va a terminar con un feliz final. Si te gusta la novela negra, éste es un libro que ya estás tardando en disfruar.