
La Iglesia Vieja, Ámsterdam. Martes 14 de enero de 1687
El
entierro debería haber sido una ceremonia íntima, ya que la difunta no
tenía amigos. Sin embargo, en Ámsterdam las palabras son como el agua,
inundan los oídos y ceden paso a la podredumbre, de modo que el rincón
oriental de la iglesia está abarrotado. La mujer presencia la escena
desde una silla del coro, sin que nadie la vea, mientras los miembros de
los gremios y sus esposas se acercan a la tumba abierta como hormigas
atraídas por la miel. Al poco rato aparecen los empleados de la VOC y
los capitanes de navío, las regentas, los reposteros... y él, ataviado
con el mismo sombrero de ala ancha. Intenta compadederse de él. La
compasión, a diferencia del odio, puede guardarse en un rinconcito y
olvidarse.
El techo policromado de la iglesia (lo único que
no demolieron los reformistas) pende sobre sus cabezas como el casco de
un espléndido buque volcado. Es un espejo del alma de la ciudad;
pintados en sus viejas vigas, Jesucristo en majestad sostiene la espada y
el lirio, un barco de carga dorado rompe el oleaje, la Virgen descansa
en una media luna. La mujer levanta la vieja misericordia de la silla
contigua y sus dedos revolotean sobre la imagen proverbial tallada en la
madera. El relieve representa a un hombre que caga una bolsa de monedas
con una mueca de dolor. "¿Qué ha cambiado?", se pregunta la mujer.
Alguna cosa.
Cuando eliges un libro de la Editorial Salamandra sabes que va a ser un buen libro. Lo primero que te llama la atención es la ambientación de la historia, Amsterdam Siglo XVII. Jessie Burton nos plantea una retorcida y original historia donde las apariencias engañan. Si quieres leer una historia diferente esta es una muy buena opción.
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