Cuando Rubén Castro llega a París ya está muerto, pero aún no sabe que habrá de morir otra vez, y que la segunda muerte le causará tanto dolor como la primera, pero que, al contrario que aquella, en la que sentía que la vida se le escapaba despacio, como las gotas que se van evaporando de una botella vacía, esta vez será como un latigazo, uyna descarga eléctrica en forma de noticia que los viejos conocidos se resistirían al principio a darle, no tanto porque querrán ahorrarle nuevos sufrimientos sino porque quizá también a ellos les disgutaría hablar de Anna. Pero es otra muerte, al cabo, aunque distinta de aquella a la que lo habían sometido los gusrdias del campo durante cuatro años, cinco meses y seis días. Mil seiscientos dieciocho en total, porque el 44 había sido un años bisiesto, y rubén había contado los días uno a uno con la obstinación de quien todavía es capaz de albelgar alguna esperanza a pesar de tantas penas, a pesar del calor agobiante del verano y del frío insoportable del invierno, a pesar de las palizas y delos castigos, y de los compañeros que desparecían como si alguien tachase los nombres de una lista o hiciera cruces sobre las caras de una fotografía colectiva.
Pues la verdad que es un libro que no me ha llegado mucho, una historia de amor, sacrificio y resistencia a cuatro bandas. Considerado top por sus ventas, cuando empecé a leer la novela creí que iba a ser una historia de las que te atrapa desde la primera página pero no fue así y yo creo que sobre todo ha sido por el ritmo que el autor imprime a la historia y por el distanciamiento. No pierdo la esperanza y espero que El Factor Einstein me llegue.
