Un anciano en la popa del barco. En los brazos sostiene una maleta ligera y a una criatura, todavía más ligera. El anciano se lla Linh. Es el único que lo sabe, porque el resto de las personas que lo sabían están muertas.
De pie en la cubierta, ve alejarse su país, el país de sus antepasados y sus muertos, mientras la criatura duerme en sus brazos. El país se aleja, se hace infinitamente pequeño, y el señor Lynh lo ve desaparecer en el horizonte durante horas, pese al viento que sopla y lo zarandea como a una marioneta.
El viaje dura mucho tiempo. Días y días. Y el anciano pasa todo ese tiempo en la popa del barco, con la mirada puesta en la estela blanca que acaba fundiéndose con el cielo, escrutando la lejanía en busca de la orilla invisible.
Cuando quieren hacerlo entrar en su camarote, se deja llevar sin decir nada, pero poco después vuelven a verlo en la cubierta, con la pequeña maleta de cuero a sus pies, agarrado a la borda con una mano y sujetándo al bebé con la otra.
Un libro que he leído por casualidad, ni lo conocía ni a su autor. En un principio no me cautivó, solo ha conseguido cautivarme cuando apenas quedaban 30 páginas, una pena que no me engachase desde el principio. La historia de un perdedor, que lo ha perdido todo, a su hijo, a su nuera, a su…, su casa, su tierra, su país. También podría ser la historia de una amistad inimaginable donde lo importante son los sentimientos, o también podría decir que es una historia muy triste. Me encanta como el escritor nos medio desvela algo que no encaja, una pieza demasiado grande para el engranaje de la historia. Si tienes ganas de leer una conmovedora historia sobre la PERDIDA éste es tu libro.