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viernes, abril 09, 2010
El informe de Brodeck por Philippe Claudel
Me llamo Brodeck y no tuve nada que ver.
Necesito decirlo. Tiene que saberlo todo el mundo.
Yo no hice nada y, cuando me enteré de lo que acababa de pasar, me habría gustado no hablar nunca de eso, maniatar mi memoria, tenerla bien sujeta en sus ligaduras para que estuviera tranquila, como una garduña en una jaula de hierro.
Pero me obligaron: Tú sabes escribir -me dijeron-, tienes estudios. Les respondí que eran unos estudios de nada, unos estudios que ni siquiera terminé y que no me dejaron gran poso. No quisieron escucharme: Tú sabes escribir, conoces las palabras y sabes cómo utilizarlas, cómo decir las cosas. Eso bastará. Nosotros no sabemos. Nos haríamos un lío. En cambio, tú hablarás y te creerán. Además, tienes la máquina.
Es una máquina muy vieja. Con varias teclas rotas. No tengo dinero para arreglarla. Es caprichosa. Está cansada. A veces se bloquea sin avisar, como si se encabritará. Pero eso no lo dije, porque no quería acabar como el Anderer.
No me pregunten su nombre, nunca lo supimos. Enseguida empezaron a llamarlo con motes inventados en dialecto: Vollaugä, Ojos LLenos, porque le sobresalían un poco; De Murmelnër, el Murmurador, porque apenas hablaba y siempre con una vocecilla que parecía un suspiro; Mondlich, Lunar, porque era como si estuviera y no estuviera con nosotros; Gekamdörhin, El que vino de allí.
Sin lugar a dudas Philippe Claudel es uno de mis escritores predilectos y con su último libro lo ha ratificado. Me encanta como escribe, la manera de desarrollar sus inquietantes, deslumbrantes, inolvidables historias. Un relato donde se exploran los oscuros y complicados comportamientos humanos en un pequeño pueblo.
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Philippe Claudel
sábado, febrero 20, 2010
Almas Grises por Philippe Claudel
No se muy bien por dónde empezar. Es realmente difícil. Todo ese tiempo ido, que las palabras no harán volver jamás, y también los rostros, las sonrisas, las heridas… Pero aun así debo intentar decirlo. Decir lo que me roe el corazón desde hace 20 años. Los remordimientos y las grandes preguntas. Tengo que abrir el misterio con bisturí, como si fuera un vientre, y undir en él las dos manos, aunque nada cambie nade de nada.
Si me preguntaran cómo puedo conocer todos los hechos que voy a contar, respondería que los conozco, y basta. Los conozco porque me son tan familiares como la caída de la tarde o la salida del sol. Porque me he pasado la vida queriendo juntarlos y recoserlos, para hacerlos hablar, para escucharlos. En cierto modo, ése era antaño mi trabajo.
Voy a hacer desfilar muchas sombras. Una de ellas ocupará a menudo el primer plano. Pertenecía a un hombre llamado Pierre-Ange Destinat. Fue fiscal en V. durante más de treinta años y ejerció su profesión como un reloj que jamás se conmueve ni se avería. Todo un arte, sin duda, de los que no necesitan museos para hacerse admirar. En 1917, en la época del "Caso", como se lo llamó aquí, subrayando la mayúscula con suspiros y aspavientos, tenía más de sesenta años y llevaba uno jubilado. Era un hombre alto y seco que semejaba un pájaro frío, majestuoso y distante. Hablaba poco. Imponía mucho. Tenía ojos claros, que parecían inmóviles, labios finos, sin bigote, frente despejada y pelo gris.
Lo primero que tengo que decir es que Philippe Claudel se ha convertido en uno de mis autores favoritos, éste es el segundo libro que he leído y me ha vuelto a cautivar. Como muy bien reza su título es una historia gris, triste, desgarradora… y cautivadora como todo lo que escribe este autor. Me encanta la manera que tiene de desarrollar la historia y como un personaje que en principio tiene poca importancia al final del relato lo cubre y empapa todo. Además hay que reconocer que esté autor al final de sus historias crea un pequeño giro que al final te sorprende. Poco más voy a decir, que el suceso es un excusa para que Philippe despliegue lo que mejor saber hacer, crear una novela poderosa, oscura y fascinante.
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miércoles, diciembre 23, 2009
La nieta del señor Linh por Philippe Claudel
Un anciano en la popa del barco. En los brazos sostiene una maleta ligera y a una criatura, todavía más ligera. El anciano se lla Linh. Es el único que lo sabe, porque el resto de las personas que lo sabían están muertas.
De pie en la cubierta, ve alejarse su país, el país de sus antepasados y sus muertos, mientras la criatura duerme en sus brazos. El país se aleja, se hace infinitamente pequeño, y el señor Lynh lo ve desaparecer en el horizonte durante horas, pese al viento que sopla y lo zarandea como a una marioneta.
El viaje dura mucho tiempo. Días y días. Y el anciano pasa todo ese tiempo en la popa del barco, con la mirada puesta en la estela blanca que acaba fundiéndose con el cielo, escrutando la lejanía en busca de la orilla invisible.
Cuando quieren hacerlo entrar en su camarote, se deja llevar sin decir nada, pero poco después vuelven a verlo en la cubierta, con la pequeña maleta de cuero a sus pies, agarrado a la borda con una mano y sujetándo al bebé con la otra.
Un libro que he leído por casualidad, ni lo conocía ni a su autor. En un principio no me cautivó, solo ha conseguido cautivarme cuando apenas quedaban 30 páginas, una pena que no me engachase desde el principio. La historia de un perdedor, que lo ha perdido todo, a su hijo, a su nuera, a su…, su casa, su tierra, su país. También podría ser la historia de una amistad inimaginable donde lo importante son los sentimientos, o también podría decir que es una historia muy triste. Me encanta como el escritor nos medio desvela algo que no encaja, una pieza demasiado grande para el engranaje de la historia. Si tienes ganas de leer una conmovedora historia sobre la PERDIDA éste es tu libro.
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