A Keller le parece oír el llanto de un bebé.
El sonido apenas es perceptible debido al rumor sordo de las aspas del helicóptero, que se aproxima a la aldea de la jungla volando a baja altura.
El llanto, si es eso lo que está oyendo, es agudo y estridente, un grito de hambre, miedo o dolor.
Tal vez sea soledad; es el momento más solitario de la noche, la oscuridad previa al alba, cuando llegan los peores sueños, la salida del sol parece lejana y las criaturas que habitan el mundo real y los rincones más oscuros del inconsciente rondan con la impunidad de los depredadores que saben que su presa está indefensa y aislada.
El llanto dura solo unos momentos. Puede que haya entrado la madre y meció al bebé en sus brazos. Puede que hayan sido imaginaciones de Keller. Pero es un recordatorio de que hay civiles allí abajo, en su mayoría mujeres y niños, algunos de ellos ancianos y ancianas, que pronto estarán en peligro.
Ahora los ocupantes del helicóptero se cercioran de que el cargador de sus rifles M-4 esté bien sujeto y de que haya otro pegado con cinta adhesiva a la culata. Llevan cascos de combate, gafas de visión nocturna, auriculares y el rostro ennegrecido. Debajo de los chalecos antibalas con placa cerámica, llevan pantalones de camuflaje con grandes bolsillos que contienen gel energético, imágenes laminadas de la aldea tomadas vía satélite y gasas por si las cosas se ponen feas y tienen que contener una hemoragia.
Esta lectura no me la podía perder, Don Winslow en el cártel lo borda. Narra como nadie estas historias fronterizas de cárteles y drogas. Es una novela extensa pero a cada página ganada es un profundizar en un mundo lleno de paradojas. Lo más sorprende es el final que nos propone el autorque en ningún momento es esperado y que incluso parece verdadero. Si te gusta la novela negra el cártel es un libro que no te puedes perder.