Saqué el mapa del bolsillo trasero. Estaba mojado y arrugado; las líneas que había trazado para destacar mi ruta se habían desdibujado.Examiné detenidamente las marcas que había hecho con la esperanza de que me sacaran del Amazonas en lugar de internarme aún más en él.
La letra Z seguía apreciándose en el centro del mapa. Aun así, no parecía tanto unas señal indicadora como una mofa, un testimonio más de mi locura.
Siempre me había considerado un eportero con una visión objetiva de los hechos que no se implicaba de forma personal en las historias que narraba. Mientras que otros a menudo parecen sucumbir a sus sueños y obsesiones descabellados, yo intentaba ser un testigo imparcial. Y me había convencido de que esa era la razón por la que había recorrido más de dieciséis mil kilómetros, desde Nueva York, pasando por Londres, hasta el río Xingu, uno de los afluentes más largos del Amazonas, por la que había dedicado meses a estudiar centenares de páginas de diarios y cartas de la época victoriana, y por la que había dejado a mi esposa y a mi hijo de un año y había contratado un seguro de vida adicional.
Me dije que tan solo había ido a documentarme sobre cómo generaciones de científicos y aventureros se obsesionaron hasta morir en el intento con resolver lo que con frecuencia se ha llamado el mayor misterio de la exploración del siglo xx: el paradero de la ciudad perdida de Z.
Gracias a Bloguzz he podido leer este libro de aventuras. Yo la verdad que no tenía ni idea de lo que realmente representa el Amazonas y gracias a esta historia me hago una idea. Un relato obesivo sobre la búsqueda, la supervivencia, la superación, el hambre… un libro imprescindible para todos aquellos amantes de la aventura.
