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martes, enero 22, 2019

Reina Roja | Juan Gómez-Jurado



Una interrupción

Antonia Scott sólo se permite pensar en el suicidio tres minutos al día.
Para otras personas, tres minutos pueden ser un período minúsculo de tiempo.
No para Antonia, Diríamos que su mente lleva muchos caballos debajo del capó, pero la cabeza de Antonia no es como el motor de un deportivo. Diríamos que es capaz de muchos ciclos de procesamiento, pero la mente de Antonia no es como un ordenador.
La mente de Antonia Scott es más bien como una jungla, una jungla llena de monos que saltan a toda velocidad de liana en liana llevando cosas. Muchos monos y muchas cosas, cruzándose en el aire y enseñándose los colmillos.
Por eso en tres minutos --con los ojos cerrados, sentada en el suelo con los pies descalzos y las piernas cruzadas-- Antonia es capaz de:


Hiperreacio a leer este libro, la verdad que no se por qué, seguramente por todo lo que se estaba comentando de él. Hace tiempo leí El Paciente fue un libro entretenido pero no fué para tanto como la gente decía. Pues menos mal que al final me he decidido a leer este libro, más bien a devorar porque esta historia tiene que ser tratada así. El ritmo de escritura es trepidante, Juan Gómez-Jurado no te da tregua en ninguna página y eso es digno de alabar. Me han encantado los personajes y eso que no profundiza mucho en ellos debido a la velocidad con la que se suceden los hechos. Solo hay una pequeña crítica y es que hay momentos donde hay que dejar cocinar las cosas un poco más porque sino, como que no cogen suficiente sabor. Y eso es lo que me ha pasado con el desenlance y con el final. Además el final queda demasiado abierto, que supongo, que en la segunda entrega se cerrarán círculos para comprender totalmente la trama.

domingo, junio 01, 2014

El paciente | Juan Gómez-Jurado


Todo comenzó con Jamaal Carter. Si no le hubiese salvado, las cosas podrían haber sido muy distintas. Cuando sonó el busca me froté los ojos con furia. El sonido me había sobresaltado, y me desperté de mal humor. Desde luego que el entorno no ayudaba. La sala de descanso de cirujanos de la segunda planta olía a sudor, a pies y asexo. Los residentes siempren andan más calientes que la freidora de un McDonald´s en hora punta; no me extrañaría nada que un par de ellos hubiesen estado botando en la litera de arriba mientras yo roncaba.
Tengo el sueño pesado. Rachel siempre bromeaba diciendo que para levantarme había que usar una grúa. Pero esa regla no se aplica para el busca: el maldito trasto consigue despertarme al segundo bip. Es la consecuencia de siete años como residente. Si no respondías al busca a la primera, el jefe de residentes se hacía un tambor con tu culo. Y si no conseguías un hueco para echar una cabezada durante las guardias de treinta y seis horas, tampoco sobrevivías. Así que los cirujanos terminamos desarrollando una gran capacidad para quedarnos dormidos y una respuesta pavloviana al sonido del busca. Llevo cuatro años como médico de la plantilla y mis guardias se han reducido a la mitad, pero el condicionamiento continúa.


Fué el libro que me regaló Isi el día del libro. Una novela de puro y duro entretenimiento, donde Juan Gómez-Jurado teje un emocionante thriller. Lo que más destaco es el ritmo de la historia y a los dos personajes principales.

domingo, febrero 10, 2013

La Leyenda del Ladrón | Juan Gómez-Jurado


Una manta de calor cubría la tierra. Los cascos de los caballos reverberaban en el Camino Real.
Un hombre enjuto y de rasgos afilados encabezaba el grupo, seguido por dos carros tirados por pencos grises. Dos mozos para cuidar de las bestias y tres ganapanes para cargar con los sacos de trigo iban a bordo de los vehículos. Cerraba la comitiva una recua de mulas, que tragaba estoicamente el polvo que levantaban ruedas y herraduras.
El que lideraba la marcha retorció las riendas entre los dedos. Tenía que hacer grandes esfuerzos para no clavar las espuelas en los ijares del caballo y galopar hacia Écija. Estrenaba aquella jornada el cargo de comisario de abastos del rey, encargado de reunir trigo para la Grande y Felicísma Armada que Felipe II estaba preparando para invadir Inglaterra. Como antiguo soldado que era, aquel encargo llenaba al nuevo comisario de orgullo y responsabilidad. Sentía que iba a contribuir a la gloria que iba a conquistarse en los próximos meses. Si no podía sostener él mismo un mosquete --pues en una batalla librada dieciséis años antes había perdido el uso de una mano-- al menos podría alimentar a quienes los empuñasen.
Tampoco sería tarea fácil. Los campesinos y terratenientes no verían con buenos ojos las requisas de grano. El comisario portaba vara alta de justicia, así como permiso para romper cerraduras y saquear los   silos, sin más obligación que dejar a cambio un pagaré real. Un pedazo de papel por el fruto de sus esfuerzos no sería bien recibido por quienes doblaban el espinazo sobre la tierra, especialmente cuando era notoria la lentitud de la Corona a la hora de satisfacer las deudas en las que tan alegremente se embarcaba.


Un libro de aventuras históricas que se deja leer desde la primera página. Juan Gómez-Jurado crea una historia redonda con personajes muy bien definidos. Nos ha encantado que todo el escrito se desarrolle en la Sevilla del siglo XVI. Si hay algo menos positivo es que sigue las típicas directrices de este tipo de lecturas y cuando ya has leído unos cuantos te parece un pelín repetitivo. Pero nosotros lo recomendamos si quieres leer un libro puro y duro de entretenimiento. Seguramente que este verano lo veremos en muchas manos.