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miércoles, octubre 08, 2014

El canto del cuco | Robert Calbraith



La agitación en la calle era como el zumbido de las moscas. Los fotógrafos se apiñaban tras las vallas vigiladas por la policía, con sus grandes cámaras preparadas y el aliento elevándose como el vapor. La nieve caía ininterrumpidamente sobre gorros y hombros, los dedos enguantados limpiaban las lentes. De vez en cuando, se oían arranques esporádicos chasquidos: los observadores ocupaban el tiempo de espera sacando fotos a la carpa de lona blanca que estaba en medio de la calle, a la entrada del alto edificio de apartamentos de ladrillo rojo que había detrás del balcón del piso superior desde donde había caído el cuerpo. Tras los apretujados paparazzi había furgonetas blancas con enormes antenas parabólicas sobre el techo y periodistas hablando, algunos en idiomas extranjeros, mientras alrededor merodeaban técnicos de sonido con los auriculares puestos. En los descansos de las grabaciones, los reporteros pateaban el suelo y se calentaban las manos con tazas de café caliente de la rebosante cafetería que estaba a pocas calles de distancia. Para matar el tiempo, los cámaras, cubiertos con gorros de lana, grababan las espaldas de los fotógrafos, el balcón, la carpa donde se ocultaba el cuerpo y, después, buscaban otra ubicación para planos generales que abarcaban el caos que se había desatado en aquella tranquila calle de Mayfair cubierta de nieve, con sus filas de brillantes puertas negras enmarcadas en portales de piedra blanca flanqueados por arbustos podados de forma ornamental.


Lo reconozco… he leído demasiada novela de género y es difícil sorprenderme. Por eso, la mayoría de estos libros me aburren hasta la saciedad. Que es, lo que me ha ocurrido con El canto del Cuco. Una historia sin giros, sin clímax, llana como una gigantesca meseta. Lo único que me llamó la atención era la historia que tenía detrás. La autora de Harry Potter, J. K. Rowling, lo había escrito bajo seudónimo. No me pude resistir; y como suelen decir, la curiosidad mató al gato. Casi mejor que no se hubiese escrito nunca.