La línea caudal de la frontera francesa se había convertido desde hacía un mes en un escenario de separaciones dramáticas, decisiones irrevocables y últimos pensamientos. Y los funcionarios galos que ejercían su policía, en el silencioso auditorio de aquella otra España roja que, en un gota a gota de hombres, huía de la depuración nacional. Soldados y civiles malvestidos y malcomidos se coagulaban frente a las garitas de las aduanas, hostigados por los aviones que seguían su rastro. La multitud lo infestaba todo. Delante se les presentaba una travesía infinita para sus flacas fuerzas; detrás quedaba el borde de una edad que se cerraba para siempre.
La noticia del cruce de la frontera del gobierno republicano apenas diez días después de que las tropas franquistas entraran en Barcelona, había acelerado el tránsito. El espectáculo de la carretera desde un par de kilómetros antes de La Junquera resultaba desolador: coches y camiones abandonados, bidones de gasolina, cadáveres...
La verdad es que lo que yo quería leer era El tiempo de los Emperadores Extraños pero antes tendría que leer El Arte de Matar Dragones, que es el primer libro de la trilogía de Ignacio del Valle. Es curioso lo que me ha ocurrido con este libro porque he tenido sentimientos encontrados. Lo que tengo claro es que me gusta como está escrito, aunque tiene una pequeña manía, creo yo, que es poblar su prosa continuamente de palabras no comunes de utilizar. No es que use una, dos o tres… sino que contínuamente utiliza este recurso. Lo que también me ha gustado mucho es la ambientación de sus historias, está todo muy bien arropado y sobre todo lo que me ha gustado es su personaje principal, Arturo Andrade. Este primer volumen lo podríamos catalogar como novela negra ambientada en España despues de la Guerra Civil Española. Arturo Andrade tendrá que descubrir que ha ocurrido con un cuadro llamado, El Arte de Matar Dragones, que desapareció en el traslado de los fondos del Museo del Prado entre 1936 y 1939. Y lo que no me ha gustado es que hay momentos en los que hay cortes demasiado bruscos, a ver como lo explico. Durante la mayoría de la lectura estás en continua tensión y cuando lo que toca es el desenlace apoteósico pues Arturo Andrade lo que desarrolla es un desenlace abrupto, no se recrea como los demás y como que te hace disfrutar menos. Es curioso porque en su segundo libro me ha ocurrido lo mismo.