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lunes, octubre 28, 2019
El pájaro espectador | Wallace Stegner
En una mañana de febrero en la que un frente frío avanza desde el Pacífico, aunque todavía no ha llegado del todo, los vientos son variables y racheados, las nubes parecen aplastarnos y un chaparrón de lluvia fina oscurece de cuando en cuando las losetas de la terraza, este lugar no se ajusta a ninguno de esos clichés sobre California con los que anuncian las Ciudades del Sol para el Crepúsculo de sus Días. Ni cielos monótonos, ni mañanas frías y nubladas, ni tardes plácidas que se funden con anocheceres frescos. Éste es el tiempo de los mares del Norte. El cielo hierve de nubes, el sol relumbra de vez en cuando como el ojo que abre un paciente drogado y el breve rayo de inteligencia que proyecta ilumina los montes y convierte una urbanización lejana en una vista de Toledo.
Unos rascadores pardos bien gorditos se van juntando unos con otros disimuladamente, las palomas torcaces cuellirrosas rebuscan comida entre la hierba, el campo vecino se llena de golpe de petirrojos que aparecen como hojas volanderas, comiscan un rato y se marchan todos juntos como si obedeciesen a una orden. Desde el estudio puedo ver a los chochines y herrerillos posados en la encina. Éste es el quinto año consecutivo que los chochines anidan en el mismo agujero y andan muy atareados: colas agitadas entrando y cabezas afiladas con franja blanca en las cejas saliendo. Son agresivos y malhumorados y yo, ocioso, me pregunto por qué, siendo como soy igual de picajoso que los chochines, prefiero con mucho a esos herrerillos tan sociables. Tal vez sea porque los herrerillos hacen lo que pensé que íbamos a hacer nosotros aquí, perder el tiempo sin hacer nada, no estar sujetos a horarios ni obligaciones, dar patadas a las hojas, jugar al escondite subiendo y bajando por los troncos de las encinas y pasárnoslo bien.
Mi primer contacto con la obra de Wallace Stegner fue, En lugar seguro, un libro para enamorarse de la lectura. Con el pájaro espectador no me ha ocurrido lo mismo, no he llegado a conectar con esta lectura y como bien dijo Bodalaire: "no se puede ser sublime sin interrupción". Además me acabo de dar cuenta que es un libro que ya había leído y que tengo reseñado en el blog. Y por lo que puse en su momento creo que cada vez que lo leo me gusta menos.
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sábado, noviembre 27, 2010
El Pájaro Espectador | Wallace Stegner
En una mañana de febrero en la que un frente frío avanza desde el Pacífico, aunque todavía no ha llegado del todo, los vientos son variables y racheados, las nubes parecen aplastarnos y un chaparrón de lluvia fina oscurece de cuando en cuando las losetas de la terraza, este lugar no se ajusta a ninguno de esos clichés sobre California con los que anuncian las Ciudades del Sol para el Crepúsculo de sus Días. Ni cielos monótonos, ni mañanas frías y nubladas, ni tardes plácidas que se confunden con anocheceres frescos. Este es el tiempo de los mares del Norte. El cielo hierbe de nubes, el sol relumbra de vez en cuando como el ojo que abre un paciente drogado y el breve rayo de inteligencia que proyecta ilumina los montes y convierte una urbanización lejana en una vista de Toledo.
Unos rascadores pardos bien gorditos se van juntando unos con otros disimuladamente, las palomas torcaces cuellirrosas rebuscan entre la hierba, el campo vecino se llena de golpe de petirrojos que aparecen como volanderas, comiscan un rato y se marchan todos juntos como si obedeciesen a una orden. Desde el estudio puedo ver a los chochines y herrerillos posados en la encina.
Está claro, de Wallace Stegner hay que leer todos sus libros, pero una vez que has degustado En lugar Seguro, empiezan los problemas. Intenté leer Ángulo de Reposo y he preferido dejarlo para otro momento con El Pájaro Espectador fué diferente pero una vez terminado he de decir que he disfrutado con su lectura pero para nada me sedujo como su último libro. Para ser justo con este gran autor he de decir que El Pájaro Espectador es una elegante y entrañable historia narrada por un personaje en su ocaso, donde hace balance del camino.
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martes, abril 28, 2009
En lugar seguro | Wallace Stegner
Voy flotando hacia arriba en medio de una confusión de sueños y memoria, retorciéndome como una trucha a través de los anillos de subidas anteriores, y salgo a la superficie. Se me abren los ojos. Estoy despierto.
Quienes sufren cataratas deben de ver así cuando les quitan los vendajes después de una operación: cada detalle tiene la nitidez de la primera vez; aun siéndote familiar, lo conoces de antes de tu ceguera, lo recordado y lo visto se fusionan como en un estereoscopio.
Evidentemente, es muy temprano. La luz no es más que un crepúsculo que se filtra por los bordes de las persianas. Pero veo, o recuerdo, o ambas cosas, las ventanas sin cortinas, las vigas desnudas, las paredes de tablero en las que no hay nada más que un calendario que creo recordar de la última vez que estuvimos, hace ocho años.
Lo que fue agresivamente espartano es ahora simplemente pobretón. Desde que Charity y Sid cedieron el recinto a los chicos, no se ha remozado ni añadido nada. Debería sentirme como si me estuviese despertando en algún motel de tercera en tierras de mal año, pero no es así. He pasado demasiados días buenos en esta cabaña para que me deprima.
Hay incluso, según mis ojos van haciendo un mejor uso de la amanecida y levanto la cabeza de la almohada para mirar alrededor, cierta calidez, incluso en la penumbra. Asociaciones, probablemente, pero también color. El pino desnudo de paredes y techos ha madurado con los años, y ha cogido un color denso de miel, como teñido por el calor de las personas que lo construyeron para refugio de sus amigos. Lo tomo como un augurio; y aunque recuerdo el porqué de estar aquí, no puedo sacudirme la sensación de deliciosa familiaridad con la que acabo de despertar.
Creo que va a ser, para mi, el libro del año, va a dar igual lo que lea, nada lo va a superar. Me encanta que la gente, los programas hablen de libros y casi ninguno conozca esta obra de arte. Ya en el prólogo comentan como es posible que la obra de Wallace Stegner aún no haya sido traducida al castellano, bueno este libro ya lo tenemos. Un relato sin trucos, sin adornos, sin distracciones, no le hace falta al ser tan jodidamente bueno. Me ha recordado en momentos al antiguo Paul Auster, con esto no quiero decir nada, bueno si, que este autor es muy bueno y si te gusta la obra de Auster, éste te va a encantar. Una historia de la Amistad, con letras machúsculas, del paso del tiempo, del amor…
Wallace Stegner un autor que descubro con esta obra y que sin lugar a dudas seguiré leyendo.
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