Bruna despertó sobresaltada y recordó que iba a morir.
Pero no ahora.
Un latigazo de dolor le cruzó las sienes. El apartamento estaba en penumbra y al otro lado del ventanal caía la tarde. Miró aturdida el conocido paisaje urbano, las torres y las azoteas y los centenares de ventanas sobre los que las sombras se iban remansando, mientras sentía retumbar las punzadas en su cabeza. Le costó unos instantes advertir que el redoble no estaba únicamente dentro de su cráneo. Alguien aporreaba la puerta. El reloj marcaba las 19:21. Cogió aire y se incorporó con un gruñido. Sentada en el borde de la cama, con las ropas retorcidas y los pies descalzos sobre el suelo, aguardó unos segundos a que esa masa líquida en la que se había convertido su cerebro terminara de chapotear y se estabilizara en la vertical. Cuatro años, tres meses y veintinueve días, calculó mentalmente con rapidez: ni siquiera la resaca le impedía repetir su maniática rutina. Si había algo que la deprimiera más que emborracharse, era hacerlo de día. Por la noche, el alcohol parecía menos dañino, menos indigno. Pero empezar a beber a las doce de la mañana era patético.
Una novela que primero me ha sorprendido y a continuación me ha gustado. En un principio olía demasiado a la famosa película, Blade Runner, pero Rosa Montero es muy inteligente a la hora de desarrollar los personajes y la trama de esta historia que combina novela negra y ciencia ficción. También hay que destacar al personaje principal, la replicante de combate Bruna, que te cautivará desde el primer momento. Si te apetece leer una aventura que además reflexiona sobre la muerte y los recuerdos, Lágrimas en la lluvia puede ser un muy buen libro.