Mostrando entradas con la etiqueta libros. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta libros. Mostrar todas las entradas

viernes, septiembre 11, 2020

El libro del día del juicio final | Connie Willis



El señor Dunworthy abrió la puerta del laboratorio y las gafas se le empañaron al instante. 
—¿Llego muy tarde? —preguntó, tras quitárselas y mirar a Mary. 
—Cierra la puerta —respondió ella—. No puedo oírte con esos horribles villancicos. 
Dunworthy cerró la puerta, pero eso no apagó por completo el sonido del Adeste Fideles que se filtraba desde el patio. 
—¿Llego demasiado tarde? —repitió. 
Mary sacudió la cabeza. 
—Sólo te has perdido el discurso de Gilchrist. 
—Se echó atrás en el asiento para que Dunworthy pudiera ir a la estrecha zona de observación. Se había quitado el abrigo y el sombrero de lana y los había colocado sobre la otra única silla existente, junto con una gran bolsa de la compra repleta de paquetes. Su pelo gris estaba revuelto, como si hubiera intentado arreglarlo después de haberse quitado el sombrero—. Un discurso muy largo sobre el primer viaje en el tiempo de Medieval y de cómo la facultad de Brasenose ocuparía el destacado lugar que se merece en la historia. ¿Sigue lloviendo? 
—Sí —contestó él, mientras frotaba las gafas con la bufanda. Se enganchó las patillas de alambre en las orejas y subió a la partición de fino-cristal para contemplar la red. En el centro del laboratorio había una carreta aplastada rodeada de cofres volcados y cajas de madera. Sobre ellos colgaban los escudos protectores de la red, envueltos como un paracaídas de seda. 
Latimer, el tutor de Kivrin, con aspecto más avejentado y enfermizo que de costumbre, se encontraba junto a uno de los cofres. Montoya se hallaba junto a la consola, vestida con vaqueros y una chaqueta de terrorista, mirando con impaciencia el digital de su muñeca. Badri estaba sentado delante de la consola, tecleando algo y mirando las pantallas con el ceño fruncido.

 

Con el diseño de portada de tapa dura y con los premios que había recibido este libro, tenía puestas muchas expectativas en él, pero al final la lectura no ha sido tan redonda como me suponía. El problema ha sido que el desarrollo es demasiado extenso sin una razón aparente y el desenlace superrápido. Me he quedado con la sensación de que al final a mi libro le habían desaparecido páginas o había una segunda parte; que la hay, pero creo que la historia nada tiene que ver con esta. Lo peor que te puede pasar cuando lees un libro es esta sensación de decirte ¿ya se terminó? Pero repito que el argumento si que me ha parecido brutal y por esa razón es una lectura que recomendaría.


martes, agosto 04, 2020

Salvar el Fuego | Guillermo Arriaga



Manifiesto 
      
Este país se divide en dos: en los que tienen miedo y en los que tienen rabia.
Ustedes, burgueses, son los que tienen miedo.
Miedo a perder sus joyas, sus relojes caros, sus celulares.
Miedo a que violen a sus hijas.
Miedo a que secuestren a sus hijos.
Miedo a que los maten.
Viven presos de su miedo.
Encerrados en sus autos blindados, sus restaurantes, sus antros, sus estúpidos centros comerciales.
Atrincherados.
Aterrados.
Nosotros vivimos con rabia.
Siempre con rabia.
Nada poseemos.
Nuestras hijas nacen violadas.
Nuestros hijos, secuestrados.
Nacemos sin vida, sin futuro, sin nada.
Pero somos libres porque no tenemos miedo.
No nos importa crecer entre el fango y la mierda, ni que nos refundan en sus cárceles, ni terminar en sus morgues como cadáveres anónimos.
Somos libres.
Podemos alimentarnos de basura y respirar el aire pútrido de los caños y beber orines y bucear en aguas negras y enfermar de diarrea y disentería y tifoidea y sífilis y dormir sobre heces y no bañarnos y apestar a sudor y a tierra y a muerte, no importa, resistimos.
Ustedes con sus carnes fofas, sus cerebros blandos, no sobrevivirían ni un minuto fuera de su miedo.
Y por más que sus policías y sus ejércitos nos masacren, persistimos. Somos imbatibles. Nos reproducimos como ratas. Si eliminan a uno de nosotros, surgimos otros miles. Sobrevivimos entre escombros. Huimos por escondrijos.
Ustedes se deshacen en dolor si pierden a uno de los suyos. Se cagan con solo escuchar la palabra muerte. Nosotros no. Somos libres. Sin miedo. Con rabia. Libres.


Pocos libros me han afectado como este, lo que en un principio se nos presenta como una historia de amor se convierte a lo largo de las páginas en una dura e intensa historia. Y no me refiero a que sea una historia dura por las pinceladas de violencia sino por como alguien en una posición privilegiada y más o menos feliz se puede complicar la vida por una nueva e improbable relación. La complicación será tal que Marina llegará a un crítico punto de no retorno. Y lo mejor de este libro es que otra persona que lo lea puede opinar completamente diferente a mi, le podrá parecer todo maravilloso y que siempre triunfa el amor. Una historia muy recomendable que seguramente te saque de tu zona de confort. 

miércoles, julio 08, 2020

Berta Isla | Javier Marías



Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido, de manera parecida a como no se sabe, en la duermevela, si se está pensando o soñando, si uno aún conduce su mente o la ha extraviado por agotamiento. A veces creía que sí, a veces creía que no, y a veces decidía no creer nada y seguir viviendo su vida con él, o con aquel hombre semejante a él, mayor que él. Pero también ella se había hecho mayor por su cuenta, en su ausencia, era muy joven cuando se casó.
Estos eran los mejores periodos, los más tranquilos y satisfactorios y mansos, pero nunca duraban mucho, no es fácil desentenderse de una cuestión así, de una duda así. Lograba dejarla de lado durante unas semanas y sumergirse en la impremeditada cotidianidad, de la que gozan sin ningún problema la mayoría de los habitantes de la tierra, los cuales se limitan a ver empezar los días, y cómo trazan un arco para transcurrir y acabarse. Entonces se figuran que hay una clausura, una pausa, una división o una frontera, la que marca el adormecimiento, pero en realidad no la hay: el tiempo sigue avanzando y obrando, no sólo sobre nuestro cuerpo sino también sobre nuestra conciencia, al tiempo le trae sin cuidado que durmamos profundamente o estemos despiertos y alerta, que andemos desvelados o se nos cierren los ojos contra nuestra voluntad como si fuéramos centinelas bisoños en esos turnos nocturnos de guardia que se llaman imaginarias, quién sabe por qué, quizá porque luego le parece que no hayan tenido lugar, al que se mantuvo en vigilia mientras dormía el mundo, si consiguió mantenerse en vigilia y no ser arrestado, o pasado por las armas en tiempo de guerra. Una sola cabezada invencible y por su causa se encuentra uno muerto, o es dormido para siempre. Cuánto riesgo en cualquier cosa.


Javier Marías es uno de mis autores favoritos y como siempre para leer a este escritor hay que tener muchas ganas de sus libros porque no son fáciles. Pero una vez que le coges el truco se convertirá en uno de tus autores favoritos. En Berta Isla Javier nos introduce magistralmente en la vida de una pareja y nos plantea el escabroso tema de si realmente conocemos a la persona que amamos y que necesitamos amar. Si os animáis a leer este libro os encontraréis con una lectura inquietante y desoladora.

sábado, mayo 23, 2020

El Ángel | Sandrone Dazieri


Antes 
Los dos prisioneros que quedan en la celda hablan en voz baja El primero trabajaba en una fábrica de zapatos. Mató a un hombre mientras estaba borracho. El segundo era un policía que denunció a un superior. Se durmieron en la cárcel y se despertaron en la Caja. El fabricante de zapatos duerme la mayor parte del día, el policía no duerme casi nunca. Cuando ambos están despiertos hablan para mantener a raya las voces. Cada vez son más fuertes, ahora ya gritan todo el tiempo. A veces también hay colores, tan brillantes que los ciegan. Es el efecto de los medicamentos que deben tomar todos los días, es el efecto del casco que les ponen en las cabezas y que hace que se retuerzan igual que gusanos en una sartén ardiendo. El padre del fabricante de zapatos estuvo en una prisión de su ciudad en la época de la guerra. En los sótanos había una habitación en la que a uno le hacían estar de pie, en equilibrio sobre una tabla, y si se movía, acababa cayendo en el agua gélida. Otra era tan pequeña que los presos solo podían estar acuclillados. Nadie sabe cuántas personas fueron torturadas en los sótanos de aquella casa, nadie sabe cuántas personas fueron asesinadas. Miles, dicen. Pero la Caja es peor. Si uno tenía suerte, desde aquel antiguo edificio podía volver a casa. Herido, violado, pero vivo, como el padre del fabricante de zapatos. En la Caja uno solo puede esperar la muerte. La Caja no es un edificio, no es una cárcel. Es un cubo de hormigón sin ventanas. La luz del día se filtra a través de las rejillas del patio que está sobre sus cabezas, un patio que quienes son como ellos pueden ver solo una vez, la última. Porque cuando te sacan al aire libre significa que para entonces ya estás demasiado enfermo. Porque atacaste a un guardia, o mataste a un compañero de celda. Porque te has mutilado, o has empezado a comer tus excrementos. Porque ya no reaccionas a los tratamientos y te has vuelto inútil. El policía y el fabricante de zapatos todavía no han llegado a ese punto, aunque saben que les falta poco. Los han machacado, han implorado y rogado, pero no se han extraviado, no del todo. Y cuando la Chica llegó, trataron de protegerla. 


Con No está solo flipé y lo normal es que a continuación leyese El ángel, el listón estaba muy muy alto y en esta entrega ya no me ha sorprendido tanto, pero me ha gustado. Sabíamos que era misión imposible superar a No está solo. Lo que tienen estás sagas es que al final te enganchas a los personajes y quieres saber que es lo siguiente y es eso lo que me ha mantenido ahí agarrado con uñas y dientes. Sandrone Dazieri en esta segunda entrega sigue con el mismo esquema de una trama en principio sencilla que con el paso de las páginas se va a ir complicando, y por supuesto la trama principal de esta trilogía va a dar un par de pasitos hacia adelante. Después de leerlo no me han quedado muchas fuerzas para leer El rey, está bien leerlos seguidos si cabe la posibilidad para luego no tener que rememorar nada, pero también hay ocasiones en que es mejor oxigenar y dar un poco de tiempo al siguiente para disfrutarlo plenamente. Y es lo que haremos con el último libro que ya sabemos que Sandrone va a dejar a nuestra pareja pendientes de un hilo muy muy fino.

martes, abril 07, 2020

No está solo | Sandrone Dazieri



El mundo es una pared curvada de cemento gris. El mundo tiene sonidos amortiguados y ecos. El mundo es un círculo que de ancho mide dos veces sus brazos extendidos. Lo primero que el muchacho aprendió en este mundo circular fueron sus nuevos nombres. Tiene dos. Hijo es el nombre que prefiere. Tiene derecho al mismo cuando hace las cosas correctas, cuando obedece, cuando sus pensamientos son límpidos y rápidos. En caso contrario, su nombre es Bestia. Cuando se llama Bestia, el muchacho es castigado. Cuando se llama Bestia, el muchacho tiene hambre y frío. Cuando se llama Bestia, el mundo circular apesta.

Si Hijo no quiere convertirse en Bestia, tiene que recordar el lugar correcto de las cosas que le han sido encomendadas y cuidar de ellas. El cubo para sus necesidades tiene que estar siempre colgado en la viga, a la espera de ser vaciado. La jarra para el agua tiene que estar siempre en el centro de la mesa. La cama tiene que estar siempre hecha y limpia, con la manta bien remetida. La bandeja de la comida tiene que estar siempre junto a la portezuela.

La portezuela es el centro del mundo circular. El muchacho la teme y la venera igual que a una divinidad caprichosa. La portezuela puede abrirse de repente, o permanecer cerrada durante días. La portezuela puede dejar que entre comida, ropa limpia y mantas, libros y lápices, o bien administrar castigos.


Después de leer mucha novela negra es muy difícil que me sorprendan y me atrapen, pues Sandrone Dazieri lo ha conseguido. Una trama bien construida y cautivadora, una pareja de personajes que no van a parar de sorprenderte y que nos da la sensación que al autor de van a dar mucho juego. Una novela perfecta para olvidarte de todo y dejarte llevar. Estoy completamente seguro que Sandrone Dazieri se va a convertir en uno de mis  autores favoritos.

miércoles, marzo 04, 2020

Los tiempos del Odio | Rosa Montero



—Sin amor no merece la pena vivir.
Ángela había pronunciado las palabras en voz alta, como el juez que dicta la sentencia definitiva sobre su propio destino.
Y a continuación se entregó al dolor de manera voluptuosa, casi suicida.
Al dolor y a la vergüenza. Porque, ¿qué era peor en un rechazo sentimental, la pérdida del proyecto luminoso con el otro, o la tortura añadida de sentir tu bochornosa falta de atractivo, tu inadecuación e insignificancia? No había mayor humillación imaginable que el desdén o la indiferencia del amado, que por añadidura reflejaban la indiferencia y el desdén del Universo entero. Ángela tragó el buche de hiel de su último fracaso y tuvo la certidumbre, una vez más, de que ella era incapaz de suscitar cariño. Y de que el mundo la volvería a señalar con burla, como siempre.
Un cuchillo de pena.
Los pedazos de su corazón cayendo al suelo con tintineo de lata.
No, no había logrado que su amado la amara. Ni siquiera había conseguido que la tomara en cuenta. Había hecho de nuevo el ridículo, y el ahogo de su propia ignominia la dejó boqueando. No podía soportar pensar en ello y, sin embargo, no podía apartarlo de su cabeza. El hermoso futuro que había imaginado junto a su amado se estaba derrumbando en estos momentos sobre ella con fragor de avalancha. Ángela contempló las paredes del cuarto con estupor: ¿cómo era posible que los muros no temblaran, que no se rajaran ante tal cataclismo? Se abrazó a sí misma, sintiéndose incapaz de seguir adelante. ¿Qué iba a hacer ahora con sus días? ¿Cómo iba a aguantar la pena de existir? ¿Y cómo lograría no despreciarse a sí misma?


Dicen que la curiosidad mató al gato, pues eso es lo que me ha pasado a mi con Los tiempos del Odio. A veces me pregunto porque soy tan terco y leo libros que se que no me van a portar nada antes de leerlos; pero me puede más la curiosidad por Bruna Husky que todo lo demás. Alto precio el que tengo que pagar para saber de esta peculiar replicante. Y sobre todo lo que peor he llevado de esta lectura ha sido soportar ese dibujo de mundo del futuro tan cercano al nuestro.

martes, enero 07, 2020

The 78 Best Book Covers of 2019





Nos ha encantado este post que hemos visto en Literary Hub, si te fijas en cada una de las portadas de la selección ninguna de ellas sigue los cánones normales de una portada de libro.

jueves, enero 02, 2020

Un click: Jeff Bezos y el auge de amazon.com | Richard L. Brandt


Un click no es suficiente 


El 22 de septiembre de 1994, dos meses después de constituir amazon.com y diez meses antes de lanzar la empresa al mercado, Jeff Bezos decidió aprender a vender libros. Hizo un curso patrocinado por la Asociación Americana de Libreros sobre cómo abrir una librería. Un grupo de entre cuarenta y cincuenta aspirantes a libreros, desde jóvenes que que“rían empezar hasta parejas jubiladas con una segunda carrera en mente, asistieron al curso de cuatro días en el hotel Benson de Portland. Participaron en ponencias sobre temas como las operaciones financieras relacionadas con las librerías, la atención al cliente y la gestión de inventarios. Uno de los profesores era Richard Howorth, propietario de Square Books de Oxford (Misisipí).

Howorth es un fanático del servicio de atención al cliente (que resulta ser la única forma de competir con amazon.com y las cadenas de tiendas hoy en día). Para recalcar la importancia de tal servicio, les contó la historia de su ejemplo más extremo en cuanto a atender a un cliente se refiere.

En una ocasión, uno de los responsables de la tienda subió al despacho de Howorth para decirle que una clienta tenía una queja. Éste bajó tranquilamente para ver cuál era el problema. La clienta le dijo, enfadada, que había aparcado el coche enfrente de la tienda y que la suciedad de los tiestos de los balcones del local había caído no se sabía cómo, encima del vehículo. Entonces, Howorth se ofreció a lavárselo. Subieron al coche y se dirigieron a una estación de servicio con túnel de lavado. Pero estaba cerrada por reformas. Ella se enfadó aún más. Dadas las circunstancias, Howorth sugirió ir a su casa, donde cogió un cubo, jabón y una manguera, y lavó el automóvil él mismo.


Somos muy asiduos a leer este tipos de libros, nos parecen muy instructivos y al final te enteras de muchas cosas que desconocías. Nos hemos quedado prendados de la genialidad de Jeff Bezos, es alucinante como funciona la mente de este visionario y sobre todo como para ellos el concepto fracaso no existe en su cerebro.
Normalmente cuando lees un libro de este tipo al final tanta información se te hace un poco pesada pero el autor, Richard L. Brandt consigue todo lo contrario, te lo hace superameno y esperas que el libro nunca termine y siga instruyendote tanto sobre Amazon como Jeff Bezos. Nos ha gustado tanto la manera de escribir de Richard, que aunque ya hemos leído muchos libros sobre Google, en breve leeremos su libro, Las dos caras de Google.

viernes, diciembre 13, 2019

¿Cuantó tiempo…


_¿Cuánto tiempo es para
siempre? _preguntó Alicia.
_A veces sólo un segundo
_respondió el Conejo Blanco.

· Lewis Carroll ·

miércoles, diciembre 04, 2019

El hombre del revés | Fred Vargas



El martes aparecieron cuatro ovejas degolladas en Ventebrune, en los Alpes. Y el jueves, nueve en Pierrefort.
–Lobos –dijo un viejo–. Bajan hasta nosotros.
El otro vació su vaso, levantó la mano.
–Un lobo, Pierrot, un lobo. Una bestia como nunca has visto. Que baja hasta nosotros.

Había dos tipos, estirados en la maleza.
–No te imaginarás que vas a enseñarme mi trabajo –susurró el primero.
–No me imagino nada –respondió su compañero, un tipo alto, de pelo largo y rubio, que se llamaba Lawrence.
Inmóviles, empuñando los prismáticos, los dos hombres observaban una pareja de lobos. Eran las diez de la mañana, el sol les cocía los riñones.
–Ese lobo es Marcus –prosiguió Lawrence–. Ha vuelto.
El otro sacudió la cabeza. Era un hombre de la zona, bajito, moreno, un poco terco. Llevaba seis años cuidando los lobos del Mercantour. Se llamaba Jean.
–Es Sibellius –murmuró. –Sibellius es mucho más grande. No tiene ese mechón amarillo en el cuello.
Turbado, Jean Mercier ajustó los prismáticos, los limpió de nuevo y examinó con atención el lobo macho que, a trescientos metros al este de donde estaban escondidos, daba vueltas alrededor de la roca familiar, alzando de vez en cuando el hocico al viento.


Tenía claro que por lo menos iba a leer dos novelas seguidas de esta autora, la primera, El hombre de los círculos azules, no me convenció mucho pero conocía por las críticas que era el primer paso para empezar a disfrutar… en esta segunda entrega, El hombre del revés, he disfrutado sobre todo con el desarrollo y crecimiento de los antiguos personajes y el nacimiento de los nuevos; con estos nos hemos llevado una grata sorpresa debido a su singularidad. El hombre del revés nos es el típico libro que te mantiene en vilo hasta el final, Fred Vargas a la mitad de la historia ya te esboza quien puede ser el culpable y a partir de ahí se van desencadenando los hechos que te llevarán al desenlace final sin sorpresas. Es curiosa esta manera de idear la trama porque creo que es su estilo, en el libro anterior más o menos seguía el mismo patrón. Un raro patrón para la novela negra. Y como sigo queriendo disfrutar en breve leeré su tercera entrega, Los cuatro ríos, menos mal que no empieza por El hombre… porque ya sería una rallada.

miércoles, noviembre 06, 2019

El hombre de los círculos azules | Fred Vargas


Mathilde sacó su agenda y escribió: «El tipo que está sentado a mi izquierda empieza a tocarme las narices».
Bebió un sorbo de cerveza y volvió a echar una ojeada a su vecino, un tipo enorme que daba golpecitos con los dedos en la mesa desde hacía diez minutos.
Añadió en la agenda: «Está sentado demasiado cerca de mí, como si nos conociéramos, aunque jamás le había visto. Estoy segura de que no le había visto jamás. No se puede contar nada más de este tipo que lleva gafas negras. Estoy en la terraza del Café Saint-Jacques y he pedido una caña. La bebo. Me concentro en la cerveza. No tengo nada mejor que hacer».
El vecino de Mathilde siguió tecleando.
—¿Pasa algo? —preguntó Mathilde.
Mathilde tenía la voz grave y muy cascada. El hombre dedujo que era una mujer y que fumaba todo lo que podía.
—Nada, ¿por qué? —preguntó el hombre.
—Me está empezando a poner nerviosa verle tamborilear en la mesa. Hoy me crispa todo.
Mathilde acabó la cerveza. Todo le parecía insulso, sensación típica de los domingos. Mathilde tenía la impresión de que sufría más que los demás ese mal bastante común que ella llamaba «el mal del séptimo día».


Como buenos amantes de la novela negra nos hemos sumergido en una nueva saga, la creada por Frédérique Audoin-Rouzeau que firma con el seudónimo Fred Vargas. He comenzado por el primero, que ya sabía que no era de los mejores, pero todo ha de comenzarse por el principio. Y efectivamente no es que me haya entusiasmado mucho pero se va intuyendo que los episodios siguientes prometerán.  De hecho esta primera novela claramente es una excusa para presentarte a los personajes que nos encontraremos en los sucesivos libros. Habrá que tener paciencia y seguir profundizando en la obra de Fred Vargas.

lunes, octubre 28, 2019

El pájaro espectador | Wallace Stegner



En una mañana de febrero en la que un frente frío avanza desde el Pacífico, aunque todavía no ha llegado del todo, los vientos son variables y racheados, las nubes parecen aplastarnos y un chaparrón de lluvia fina oscurece de cuando en cuando las losetas de la terraza, este lugar no se ajusta a ninguno de esos clichés sobre California con los que anuncian las Ciudades del Sol para el Crepúsculo de sus Días. Ni cielos monótonos, ni mañanas frías y nubladas, ni tardes plácidas que se funden con anocheceres frescos. Éste es el tiempo de los mares del Norte. El cielo hierve de nubes, el sol relumbra de vez en cuando como el ojo que abre un paciente drogado y el breve rayo de inteligencia que proyecta ilumina los montes y convierte una urbanización lejana en una vista de Toledo.
Unos rascadores pardos bien gorditos se van juntando unos con otros disimuladamente, las palomas torcaces cuellirrosas rebuscan comida entre la hierba, el campo vecino se llena de golpe de petirrojos que aparecen como hojas volanderas, comiscan un rato y se marchan todos juntos como si obedeciesen a una orden. Desde el estudio puedo ver a los chochines y herrerillos posados en la encina. Éste es el quinto año consecutivo que los chochines anidan en el mismo agujero y andan muy atareados: colas agitadas entrando y cabezas afiladas con franja blanca en las cejas saliendo. Son agresivos y malhumorados y yo, ocioso, me pregunto por qué, siendo como soy igual de picajoso que los chochines, prefiero con mucho a esos herrerillos tan sociables. Tal vez sea porque los herrerillos hacen lo que pensé que íbamos a hacer nosotros aquí, perder el tiempo sin hacer nada, no estar sujetos a horarios ni obligaciones, dar patadas a las hojas, jugar al escondite subiendo y bajando por los troncos de las encinas y pasárnoslo bien.


Mi primer contacto con la obra de Wallace Stegner fue, En lugar seguro, un libro para enamorarse de la lectura. Con el pájaro espectador no me ha ocurrido lo mismo, no he llegado a conectar con esta lectura y como bien dijo Bodalaire: "no se puede ser sublime sin interrupción". Además me acabo de dar cuenta que es un libro que ya había leído y que tengo reseñado en el blog. Y por lo que puse en su momento creo que cada vez que lo leo me gusta menos.

miércoles, octubre 16, 2019

La red púrpura | Carmen Mola



La mujer aguarda dentro del coche, abstraída del ambiente navideño. Al principio ha pensado que la radio podía servir de entretenimiento, pero no soporta la euforia impostada de los locutores, la obligación de transmitir alegría a los oyentes. La publicidad radiofónica, ya de por sí cargante, le resulta insufrible en estas fechas. Un villancico más y se abre las venas. Apaga la radio, ella no está para celebraciones. Mira el reloj. Es tarde, la espera se está alargando más de lo previsto. Cansada, se deja hipnotizar por el tráfico, por las luces de neón, por la muchedumbre amorfa que baja por la calle. Sale del coche para estirar las piernas y nota el frío de diciembre en las orejas, en la nariz, en el pelo. Camina hacia el Mercado de San Miguel y se asoma a la plaza Mayor por la calle de Ciudad Rodrigo. Imposible distinguir en esa marea humana al hombre al que ha venido acompañando. Cuando vuelve al coche, hay dos policías municipales tomando nota de la matrícula. Corre hacia ellos, se disculpa como puede. Ya se va, su marido está comprando un árbol de Navidad en el mercadillo, es solo un minuto. Tiene suerte: la multa no está en la red todavía y el policía de la libreta la conmina a buscar un parking. Inútil explicarle que están todos llenos; es mejor mover el coche, no arriesgarse a un cambio de humor de última hora, dar una vueltecita y rezar para que se hayan ido los municipales, pues su intención es parar en la misma esquina y subir dos ruedas a la acera para permitir el paso de otros vehículos.


Después de lo que gozé con el primer libro, La Novia Gitana, no he tenido ninguna duda en leer a continuación La Red Púrpura. No he disfrutado tanto como con el primer libro, no es tan redondo. Hay ocasiones que el desenlace de situaciones es demasiado rápido e incluso como que la diosa fortuna ayuda bastante, pero sigue siendo igual de adictivo y entretenido. Con lo que si he disfrutado es con el desarrollo de los personajes, en particular con el de Elena Blanco, es lo que tienen las sagas que al final casi es tan importante la trama principal como el crecimiento de los protagonistas. Supongo que habrá una tercera entrega y sin lugar a dudas la leeré. Destacar que si tienes la posibilidad de leer los dos libros seguidos no lo dudes porque La Red Púrpura es una continuación de La Novia Gitana.


martes, octubre 01, 2019

La novia gitana | Carmen Mola



Al principio parece un juego. Alguien ha encerrado al niño en un lugar oscuro y él tiene que intentar salir de allí por sus propios medios. Lo primero sería encontrar el interruptor de la luz, pero el niño no lo busca porque piensa que la puerta se va a abrir en cualquier momento.
La puerta no se abre.
También puede ser un concurso de resistencia, gana el que pasa más tiempo en silencio, el que no pide ayuda. El niño pega la oreja a la puerta de madera, desportillada. Oye un ruido ensordecedor, una moto que arranca y se aleja. Entonces comprende que está solo. Si empezara a gritar, notaría el eco de su voz en ese espacio lóbrego, lleno de polvo y humedad; pero está tan asustado que no le sale ni el llanto.
Ahora sí tiene que encontrar el interruptor de la luz. Tantea la pared. Evita los obstáculos, despacio, para no caerse. Hay una bombilla en el techo, tiene que haberla. La habitación cuenta con una ventana estrecha y alargada, en la parte superior de la pared, pero el sol se ha puesto hace una hora y ya solo quedan las primeras sombras de la noche.
No sabe por qué lo han encerrado.
En sus pasos de sonámbulo por la oscuridad tropieza con lo que parece una lavadora. Podría probar a ver si funciona, por lo menos le acompañaría el ruido del agua dando vueltas en el tambor; pero no lo hace. Sigue explorando el lugar, acariciando la pared con una mano, como un ciego. Quiere encontrar el interruptor, pero sus dedos golpean el mango de una herramienta. Es una pala que cae al suelo con estrépito.


Silencio, luces, cámara y acción. Me he quedado fascinado con esta novela, más que leer un libro ha sido como ver una película. Una prosa contundente, sencilla, directa, llena de giros que no paran de sorprenderte y como colofón final una última página que te dejará con la boca abierta y los pelos como escarpias. Sobre los personajes poco podemos decir, bien dibujados, pero Elena Blanco te va a cautivar aunque tenga todos los clichés del género. Y lo de la autora o autor también nos ha dejado descolocados; en estos tiempos en que todo debe de ser apariencia pues llega esta escritor@ y dice que no quiere saber nada de nadie, que le dejen en paz que quiere seguir con su vida anónima y que no nos va a decir quien es. Con dos ovarios o dos cojones vamos.
Si quieres leer una novela negra donde no hay una página de respiro y en el momento en que la empieces no vas a querer dejar de leerla, esta es la mejor opción.

martes, septiembre 17, 2019

El visitante | Stephen King



Era un coche sin distintivos, un sedán estadounidense cualquiera con unos cuantos años encima, pero los neumáticos totalmente negros y los tres hombres que iban dentro no dejaban lugar a dudas. Los dos de los asientos delanteros vestían uniforme azul. El de atrás, grande como una casa, llevaba traje. En la acera, un par de adolescentes negros, uno con un pie en un monopatín naranja muy gastado, el otro con su tabla de color lima bajo el brazo, observaron el automóvil mientras entraba en el aparcamiento del estadio Estelle Barga y luego cruzaron una mirada.
—La pasma —dijo uno de ellos.
—¿Me lo dices o me lo cuentas? —contestó el otro. Impulsando sus monopatines, se alejaron sin más conversación. Era una regla sencilla: cuando aparece la pasma, es hora de largarse. La vida de los negros es importante, les habían inculcado sus padres, pero para la pasma no siempre. En el campo de béisbol, el público empezó a animar y batir palmas rítmicamente cuando los Golden Dragons de Flint City, con una carrera de desventaja, salieron a batear en la segunda mitad de la novena entrada. Los chicos no se volvieron.


Cuando vi esta portada del libro sentí una fuerza irrefrenable por leerlo, con Stephen King, tengo sentimientos encontrados. O me gusta mucho o no me gusta nada. En esta ocasión el planteamiento y el desarrollo de la trama me ha encantado pero el desenlace de lo sobrenatural como que no me ha convencido mucho, debe de ser porque soy de ciencias y no de letras. Un libro sin complicaciones de puro entretenimiento.

miércoles, agosto 21, 2019

Zapatos italianos | Henning Mankell



 Siempre me siento más solo cuando hace frío.
El frío del exterior me hace pensar en el de mi propio cuerpo. Me veo atacado desde dos frentes. Pero yo no dejo de oponer resistencia contra el frío y contra la soledad. De ahí que, cada mañana, salga a cavar un agujero en el hielo. Si alguien me observase desde la helada bahía con unos prismáticos, creería que estoy loco y que lo que hago es preparar mi propia muerte. ¿Un hombre desnudo en el gélido frío invernal, con un hacha en la mano cavando un agujero en el hielo?
En realidad, tal vez sea lo que espero, que un día haya alguien ahí fuera, una negra sombra que se recorte contra la inmensa blancura que me rodea, que me mire y se pregunte si llegará a tiempo de intervenir antes de que sea demasiado tarde. Pero no necesito que nadie me salve, puesto que no tengo intención de suicidarme.
Hace años, cuando la gran catástrofe, la desesperación y la ira se apoderaban de mí con tal violencia que, en alguna ocasión, sopesé la posibilidad de acabar con mi vida. Pero jamás lo intenté. La cobardía ha sido siempre para mí una fiel compañera. Entonces, como ahora, pensaba que la vida consiste en no cejar. La vida es una frágil rama que se mece sobre el abismo. Y seguiré colgado de ella tanto tiempo como yo mismo resista. Después me precipitaré al fondo, como todos, y no sé qué me espera. ¿Habrá algo sobre lo que caer o no existirá nada más que una oscuridad fría y dura precipitándose hacia mí?


Alucinado con esta gran historia que en ningún momento pensé que saliese de la cabeza de Henning Mankell, no porque dudase de su capacidad, sino porque pensé que solo escribía novela negra. El autor crea una historia donde aborda temas como la soledad, la enfermedad, el dolor, reencuentros, segundas oportunidades, el perdón… Un libro superrecomendable que todos los amentes de la lectura deberíamos de leer por lo menos una vez en la vida.

sábado, julio 27, 2019

El vivo | Anna Starobinets



Hanna
Documento n.º 1 (anotación personal del arrendatario)
Septiembre del439 d. N. V. Primer día de la luna menguante

Al principio, el médico que me hizo los análisis no parecía muy preocupado. Solo dijo que la conexión había fallado y que había que repetirlo todo, y que sentía haberme hecho esperar. Se quedó quieto, sin parpadear, y me observó por todos lados; pareció atravesarme con la mirada. Las pupilas se le hacían grandes y pequeñas de manera convulsiva y desacompasada. Después se le estabilizaron, y cerró los ojos, como si no pudiera controlar tres capas. Pero tres capas no son nada para los médicos… Eso quería decir que se hundió más profundamente. ¿Para qué? La consulta apestaba a sudor, y yo trataba de contener la respiración. Tenía los párpados, la frente y las aletas de la nariz húmedos, y le brillaban, y pensé: «A este médico le pasa algo, es él quien falla, la conexión va la mar de bien…».
Cuando volvió a abrir los ojos, su expresión era la misma que si hubiera visto la clave del Hijo del Carnicero o, para ser más exactos, no la clave, sino al Hijo en persona, con su sonrisa cansada del buen trabajador y el hacha ensangrentada y maloliente, como en la serie El asesino inmortal.
—Tengo que repetir el proceso —dijo, y vi que le temblaban las manos.
—¿Otra vez? Esta será la tercera… No contestó. Se limitó a extraerme el sensor del vientre, y a ponerme otro exactamente igual.
Estuvimos un minuto en silencio; yo, en aquel sillón enorme y frío, y él, enfrente de mí. Pensé en que si dentro de mí hubiera alguien de la lista negra, algún maniaco como el Hijo del Carnicero o el Maldito, nunca jamás lo vería, no lo vería ni una sola vez, lo meterían en una celda del reformatorio, le darían de comer tres veces al día y no le dirigirían la palabra, se moriría sin que nadie le hubiera dicho nunca ni una sola palabra, y jamás entendería nada de nada. Pensé en lo hipócrita que era llamar reformatorios a aquellos sitios. Nadie intentaba reformar a nadie jamás. Los metían allí, y punto. Los tenían con la barriga llena y calladitos.


El mundo tal como lo conocemos ya no existe. La gente muere pero vuelve a nacer en otra parte, por lo tanto la población de la Tierra se mantiene fija en tres billones de personas. El Vivo lo decide todo, cuanto vivirás, dónde vivirás, a qué te dedicarás, cuando será tu muerte… Las nuevas tecnologías han anulado al individuo. Las personas apenas tienen relación personal, no existe el contacto, todo se desarrolla de forma virtual. Os suena ¿verdad?

Todo este esquema se va a romper en mil pedazos con la llegada de Cero un individuo sín código que no debería de haber nacido…

Con esta presetación yo ya me estaba frotando las manos por leer este libro pero el desarrollo de la trama es lo que no me ha convencido, para mi modo de ver no es lo suficientemente fluida, hay procesos y esquemas generales que necesitarían de una explicación más amplia para que el lector se haga una mejor idea del ecosistema donde se encuentran los personajes. Una pena la verdad, seguramente que sea un libro que habrá que leer una segunda vez. Pero no desisto y en algún momento leerá algún libro más de Anna Starobinets.

domingo, julio 14, 2019

Por encima de la lluvia | Víctor del Árbol



Tánger, julio de 1955

La presencia de las cosas de Enrique hablaba de su ausencia: las bolsas apiladas al fondo con la ropa que no se había llevado consigo, el cenicero con colillas de cigarrillos americanos que Thelma se negaba a vaciar, el anaquel de madera combado bajo el peso de libros viejos, los archivadores con carpetas llenas de papeles con su letra y con su firma, una caja de zapatos sin zapatos y el disco preferido de Enrique, Angel Eyes, de Matt Dennis, que ella escuchaba una y otra vez como una enfermedad que la contaminaba y que se agravaba día tras día. La enfermedad incurable del recuerdo.
Thelma debería haber arrojado todas aquellas cosas a una pira y contemplar cómo ardían, cambiar el color de las paredes, abrir al menos la ventana de la habitación para que el aire se renovara. Pero hacerlo habría significado aceptar que la ausencia de Enrique era definitiva, no esa manera de irse para volver otras veces. Y ella no estaba preparada. Todavía necesitaba llorarlo, maldecirlo, odiarlo y perdonarlo.
Cada noche se quedaba despierta hasta la madrugada y, como un mono que repite, sin comprender sus reglas, un juego que le han enseñado, sus pies la arrastran hasta el baño para acariciarse las mejillas con la brocha de afeitar de Enrique o ponerse su albornoz, peinarse con su peine, lavarse los dientes con su cepillo y buscar en el transistor la emisora que él escuchaba mientras se vestía por las mañanas.


Sin lugar a dudas Víctor del Árbol es uno de mis autores fetiches, todos los libros que he leído de él me han encantado pero con éste tengo sentimientos encontrados. Indudablemente es un libro que está muy bien escrito pero en esta ocasión desde mi punto de vista, Víctor del Árbol, maneja demasiadas historias y ese entrelazar no es tan genial como en otras ocasiones. Y es ahí donde el autor es un auténtico genio, si esa pata del banco cojea mal vamos. Además al tratar con tantos temas diferentes, enfermedad, vejez, abusos, maltratos, insatisfacción… el libro te crea un poco de rechazo cada vez que tienes que continuar con la lectura. Pero bueno, este autor es un imprescindible de los amantes de la lectura e indudablemente hay que leer todo lo que escriba. Si aún no has leído nada de este autor te recomendamos que el primer libro que leas de él sea Un millón de gotas.

martes, julio 09, 2019

Drácula el origen | J.D. Barker & Dacre Stoker



AHORA

Bram tiene la mirada fija en la puerta.
El sudor le gotea por la frente fruncida. Se pasa los dedos por el cabello húmedo; el dolor le palpita en las sienes.
¿Cuánto tiempo lleva despierto? ¿Dos días? ¿Tres? No lo sabe. Cada hora se funde con la siguiente, un sueño febril del que no hay un despertar, sólo un dormir, un sueño más profundo, más oscuro…
¡No!
No puede pensar en dormir.
Se obliga a abrir mucho los ojos. Se empeña en abrirlos y evita el menor parpadeo, ya que cada guiño es más pesado que el anterior. No puede haber descanso, ni sueño, ni seguridad, ni familia, ni amor, ni futuro, ni…
La puerta.
Debe vigilar la puerta.
Bram se levanta de la silla, el único mueble de la habitación, con los ojos clavados en la puerta de roble macizo. ¿Se ha movido? Creía haberla visto temblar, pero no se había oído nada. Ni el más leve de los ruidos quebraba el silencio en aquel sitio; sólo se oía su propia respiración y el inquieto golpeteo de su pie contra el frío suelo de piedra.


Otra vez que me siento atraído por una portada sin importarme mucho el género, aunque últimamente el terror se está instalando en mi librería. También me pareció interesante una precuela de Drácula. En este libro nos encontraremos una potente  historia de vampiros donde el personaje de la niñera Hellen nos ha cautivado. Un libro de puro entretenimiento que os recomendamos y de vosotros depende decidir  dónde empieza  la ficción y donde la realidad.



miércoles, mayo 15, 2019

El día que se perdió la cordura | Javier Castillo



“24 de diciembre de 2013. Boston

«Son las 12 de la mañana del 24 de diciembre, falta un día para Navidad. Camino por la calle tranquilo, con la cara desencajada y la mirada perdida. Todo parece que va a cámara lenta. Miro hacia arriba y veo cuatro globos de color blanco alzarse alejándose hacia el sol. Mientras ando escucho gritos de mujeres y noto cómo la gente a lo lejos no para de mirarme. A decir verdad, me parece normal que me miren y griten, al fin y al cabo, estoy desnudo, cubierto de sangre y llevo una cabeza entre mis manos. La sangre ya está casi seca, aunque la cabeza aún sigue goteando lentamente. Una mujer se ha quedado paralizada en mitad de la calle al verme.”  “Casi suelto una carcajada al ver cómo se le cae la compra al suelo.
Todavía no me puedo creer lo que hice anoche, aunque en el fondo, tengo una sensación de tranquilidad y paz interior, que jamás había tenido. Es extraño, pero es la verdad.
Miro de nuevo a la mujer, y sigue quieta, inmóvil. Le dedico una sonrisa de oreja a oreja y veo cómo empieza a temblar. Dios, qué bueno soy.”


No es un libro para mi, soy asiduo de este tipo de lecturas pero Javier Castillo no ha terminado de convencerme. Es de agradecer la rapidez de la trama pero es demasiado fast casi comparable al fastfood. Apenas deja tiempo para que las cosas se cocinen, además hay sucesos importantes en la trama que apenas tienen un desarrollo y lo peor de todo es que hay cosas que chirrían. Si he decir algo positivo de esta lectura son las primeras páginas, hasta que uno de los personajes empieza a hablar, pero cuando vi una alusión clarísima a la película de Seven se me cayeron todos los andamios.